El Arquitectura Film Festival Santiago celebra su primera década desde la versión inaugural realizada en octubre de 2012. En este marco, ha invitado a una serie de miembros de su comunidad a responder a la pregunta que ha guiado su quehacer ¿De qué hablamos cuando hablamos de cine y arquitectura? Acá responde el crítico de cine Christian Ramírez, jurado ArqFilmFest 2013 .
Todo espacio filmado es, en el fondo, un espacio construido. No importa si tiene que armarse desde cero -como ocurre con los sets de grabación- o si existe en la naturaleza, como potencial locación de un proyecto. No importa si es producto de una animación digital o es el perfil de una ciudad real, uno que podemos reconocer a simple vista. El espacio filmado es algo que puede tocarse y también imaginarse: basta que la cámara apunte en tal o cual dirección para que de inmediato el espectador comience a crear su propia versión del lugar que están habitando los personajes. Una versión que ni siquiera tiene que coincidir al cien por cien con la imaginada por los cineastas. Una que coge su propio vuelo, que arma su propia geografía a medida que el relato avanza. Una que debería disolverse cuando éste termina, pero que sin embargo continúa habitando en la audiencia largo tiempo después que la función ha finalizado.
Extraño. Creo que puedo recorrer de memoria algunos lugares cinematográficos, sin tener que volver a mirar la película para evocarlos. La pieza del “Motel Bates”, donde Marion Crane toma su última ducha, en “Psicosis”; el estudio fotográfico, sin ventana alguna, en “Blow Up”, y luego ese parque, tan genérico que semeja un dibujo hiperreal; los pasillos de la primera Estrella de la Muerte, el oscuro departamento donde Rick Deckard revisa las pistas que dejan sus replicantes, las diagonales blanco y negras en el piso del cuarto rojo que aprisiona al agente Dale Cooper, las puertas del closet donde Elliot esconde a ET…
A veces tiendo a pensar que las mejores películas son aquellas que consiguen crear en quien mira la ilusión de que este mundo que están contemplando sí existe; que es posible recorrer esos departamentos, caminar por esas calles, ciudades y barrios, anclados a sus respectivas historias. Habitar esas imágenes, tal como le ocurre a esos extras que en las películas aparecen vistos de lejos, filmados al pasar o perdidos entre la multitud, totalmente ignorantes de las angustias del protagonista, pero compartiendo su mundo, aunque sea por breves instantes.
Y una cosa lleva a la otra: en la medida que es un arte que se desenvuelve, que va gestionado su propio espacio y área de acción, minuto a minuto, escena tras escena, el cine quizás pueda entenderse además como una suerte de construcción arquitectónica, una que no sólo depende de quienes construyen los sets o buscan las locaciones, sino que involucra sobre todo a quienes escriben el guión, quienes lo actúan y quienes lo ponen en escena.
Tal como el ArqFilmFest ha ido atestiguando de modo constante durante su primera década, todos ellos también son arquitectos.
Christian Ramírez (Santiago, 1972) es periodista y crítico de cine. Desde el año 2000, es columnista en el suplemento Artes y Letras, de El Mercurio. En el área de formación de audiencias, colabora desde 2016 con la Cineteca Nacional en la realización de sus talleres de apreciación y crítica de cine. Ha conducido talleres de formación para la Red de Salas de Cine y desde 2018 integra el área de formación del Fecich, Festival de Cine Chileno de Quilpué. Se ha desempeñado como profesor en la escuela de Periodismo de la USACH y la Facultad de Estética de la UC. Es fundador y socio de Sala K. Junto al escritor Alberto Fuguet es editor del libro “Una vida crítica” (2013), compilación de columnas del comentarista de cine Héctor Soto, publicado por Ediciones UDP (2013).